Al pasado generalmente se lo representa como lo que está atrás, también de ese modo lo señalamos gestualmente; y al futuro, como lo que está adelante. Sin embargo, para la lengua aymara, de la comunidad andina del mismo nombre, no es así; la palabra que señala el pasado es “nayra”, que significa ojo a la vista o al frente; la palabra que se traduce por “futuro” es “qhipa”, que quiere decir detrás o a la espalda; los aymaras cuando hablan del pasado señalan adelante. Por su parte, W. Benjamin, en concordancia con esto, dice que lo único que tenemos ante los ojos es el pasado; el presente es fugaz y al futuro no lo vemos. Pero para él tenerlo frente a los ojos no es traer hechos del pasado para rememorarlo, celebrarlo o revivirlo, sino hacer lo que él mismo hace en el Libro de los pasajes; dice: “queremos leer en la vida (y) en las formas perdidas y aparentemente secundarias de aquella época la vida y las formas de hoy”. Se trata de un modo de entender que es despertar, siempre despertar; jamás adormilarnos, cerrar los ojos o señalar al pasado como lo que quedó atrás, por el contrario, es no dar nada histórico como finalizado y producir así un giro en la visión de la historia. “…Lo que ha sido debe llegar a ser vuelco dialéctico, irrupción de la conciencia despierta.” Es ver la trama, es ver los hilos que tejidos y anudados llegan al hoy, o es poner palabra donde hay silencio. En estos días dos talentosas mujeres tucumanas pusieron frente a nuestros ojos el pasado. Nos despertaron. Ellas son Carmen Perilli con su libro “Improlijas memorias”, y Carlota Beltrame con su obra “La otra trama”.
Griselda Barale
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